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"La mujer sola" y el café.


Fotografía: Dulce Moctezuma

29/09/2018 - Dulce Moctezuma

La tarde del domingo era lluviosa. El olor a cantera mojada y la carencia de gente transitando el centro histórico de la ciudad convertían al domingo 23 de septiembre en un día un tanto melancólico, pero perfecto para el disfrute de las sensaciones humanas. Son las seis de la tarde y faltan 15 minutos para ingresar al Foro La Mueca. El olor de la cantera mojada ahora se encuentra opacado ante el del café, y el sonido de las gotas de lluvia sobre los techos de loza se ha visto atenuado ante el estribillo a cargo de Silvio Rodríguez: “Me han estremecido un montón de mujeres, mujeres de fuego, mujeres de nieve”.


Rodeada de jóvenes, me aproximo a la principal fuente de la fragancia del café; una cafetera pequeña, rodeada de algunas cuantas tazas de barro y un letrero con las palabras “Café $10”, me indican que el autoservicio será el medio para conseguir mi bebida. El olor se vuelve irresistible en cuanto cae hirviendo aquel líquido oscuro en la taza, y tras depositar una moneda de diez pesos en una pequeña alcancía, una voz masculina nos indica que formemos una fila para poder ingresar al foro. Tras acomodarnos y tomar asiento en las bancas del pequeño foro, la guitarra de Silvio Rodríguez incrementaba su volumen. El olor a café ahora se fusionaba con el de las palomitas y alguno que otro té. El Foro, de un momento a otro, pasó a ser total oscuridad en conjunto de un silencio casi sepulcral. De repente, interrumpiendo a la negrura y el sigilo, una transmisión de radio reproduce canciones de Alejandra Guzmán, y la única presencia de luz nos muestra un burro de planchar, montones de ropa, una plancha y a nuestra protagonista María, cuyos pezones son notables a través de una bata para dormir.


“El ruido me acompaña, sabe… y usted, ¿cómo se las arregla para estar acompañada?”, pregunta María a la vecina, de una forma tan nostálgica que estremece en soledad. Nuestra protagonista, nos introduce a su vida solitaria, mostrándonos el sentir de un ama de casa introspectiva cuya vida, repleta de injusticias, nos deja entrever el predominante machismo en el día a día de muchas mujeres no solo mexicanas, sino de toda Latinoamérica. Entre claroscuros lumínicos y una excelente ambientación sonora, la actuación de Ana Laura Díaz se vuelve un momento emocional intenso, convirtiendo al monólogo en un recurso óptimo y de suma importancia para la sensibilización del espectador.


“Me paro frente a esta ventana y me imagino que alguien me escucha; sueño, sueño y lloro”, nos dice María entre lágrimas, mientras las luces, paulatinamente desaparecen hasta dejarnos en la misma oscuridad y silencio de un principio.


Tras salir del Foro, los rostros de los espectadores se vuelven multifacéticos. Algunos ríen, otros lloran, otros expresan nostalgia; cada uno de los que presenciamos la obra nos dejamos vibrar por las emociones, sin embargo, el olor del café sigue, y la trova, de una forma sutil, nos acompaña hasta la salida.

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